Si me permiten hackear

La Imilla Hacker - imilla.hacker@riseup.net

Hasta que nos conozcamos mejor puede que no me crean, pero hoy me decidí a contarles, para dar inicio a otras cosas, que soy una hacker. Visto de pollera, y además de las cosas que hacen las chicas de mi edad, también hago las cosas que hacen los hackers. Nadie aquí lo sabe. Mi mamá ni se imagina lo que vivo en la red. Creo que mi abuela es un poco hacker, a su manera, aunque la convencieron de que la tecnología es sólo para gente joven.

Nunca hablo en público de lo que hago, me metería en líos. Pero me he convencido de que es una obligación que tengo el hablarles de cómo es que trabajamos las hackers, en qué cosas creemos, y cómo es que vemos el mundo.

Estaba ayer en una librería, aún no muy convencida de escribir esta columna. Una librería, sí, porque no sólo de bits se alimenta la hacker. Y fue ahí que vi esto, que terminó de decidirme: había en la librería una chiquita de no más de doce años; iba con su mamá, daban vueltas por la librería buscando algo para la niña. Ya hasta ahí es extraño hoy en día, pero lo que ocurrió después no me lo esperaba.

Nada de lo que escogía la bruja embalsamada de su madre conseguía llamar la atención de la pequeña. Y así, de la nada, la chiqui agarra el librito sobre Wikileaks escrito por Julian Assange, el tipo este amigo de los cripto-punks y otras malas yerbas.

Y cuando su mamá le pregunta con cara de disgusto, la niña le cuenta apasionadamente que el libro lo ha escrito un hacker que ha entrado en las computadoras del pentágono y ha visto documentos que eran secretos, y los ha publicado, y tan mal ha caído lo que hizo a los gobiernos que encerrado está en Londres sin poder moverse de ahí. Le brillaban los ojos al decir esto; asicito mismo es que ha ocurrido, lo juro por root. Creo que para la niña sobraba decir que eran secretos que todo el mundo debería conocer y el mundo iba a ser un lugar mejor si todos supiéramos esos secretos.

Acto seguido, la chota devolvió el libro a la mesa, y preguntó al librero si no tenían nada de novela romántica. Novela. Romántica. Entonces supe que es mi deber contar algunas cosas, porque si no quién va a contarles a chicas como ésta las aventuras que nos pasan a las hackers, y seguramente va a ser más facil que se encuentre con una página del periódico antes que su mamá le compre aquel libro.

Supe que debería contarle, a ella y a cientos de chicos como ella, que es verdad que de noche en el ciberespacio cruzamos fronteras, y abrimos puertas invisibles que los poderosos se empeñan en que queden cerradas. Colaboramos con compañeros de todo el mundo, trabajamos sin patrón ni amo, saciamos nuestra curiosidad infinita, escribimos códigos que hacen cosas maravillosas, y nunca nunca aceptamos la tecnología como algo intocable que sólo sirve para hacer más ricos a los ricos. Si no puedo desarmarlo, o si no puedo entenderla, no es una tecnología que me sirva. Es chatarra.

Pienso que sería bueno si es que los chicos y chicas, y de paso sus papás, pudieran aprender que la tecnología no es sólo para entendidos o coreanos del sur: es algo que ya nos afecta a todas, sea lo que sea que hacemos, y que diseñarla y entenderla no es diferente a cualquier otro oficio, como hacer salteñas o ser zapatero. Para ser hacker se necesita paciencia, y práctica. Y en internet hay rostros anónimos dispuestos a dar la bienvenida y enseñar a cualquiera, en cualquier lugar del mundo, mientras tenga un poco de curiosidad.

De todo esto y más iremos charlando, ¿no?. Sean bienvenidos si es que me acompañan. Aquí les espero, si me permiten hackear

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